Hoy les traigo uno de los artículos más esperado por muchos. Se trata de un tema que en alguna ocasión he comentado con alguno y del que se desprenden muchas de las opciones que como país, se nos pueden dar en un momento dado: El caso Islandés.
Como más de uno sabrá, Islandia fue el primer país en presentar grandes problemas en el pago de deuda a nivel mundial a principios de esta crisis. Si ya han visto el documental INSIDE JOB tendrán más información. Islandia es un país con una población de 318.452 habitantes (como la provincia de Álava o la mitad que Jaén). Eran los ciudadanos más felices del planeta, según los expertos, hasta que estalló la «burbuja» financiera en 2008. Desde entonces es un pueblo enfadado. Y mucho. Primero dejaron caer los bancos y se negaron a inyectarles dinero público, luego hicieron dimitir al Gobierno y ahora se niegan a pagar las deudas de sus instituciones financieras y quieren que sean sus directivos quienes lo hagan, pero con la cárcel.
Islandia ha vuelto a asombrar al mundo. Y lo ha hecho de manera tan intempestiva como la erupción del volcán que hace un año paralizó el tráfico aéreo. Aquí, las cosas son así: inesperadas. En octubre de 2008 este pequeño país sufrió un infarto, es la manera más gráfica de describir lo que le sucedió a su economía. Hasta entonces vivía en la opulencia. Era el ejemplo de las bondades de la globalización financiera. Sus bancos engullían miles de millones de los fondos de inversión extranjeros, atraídos por los altos tipos de interés. Un banquete hipercalórico que les hizo engordar hasta que sus depósitos multiplicaron por 12 el PIB del país. Obesidad mórbida. La población, confiada, se había lanzado a una bacanal de compras a crédito: coches de lujo, segundas residencias... De repente, una arritmia llamada «hipotecas basura» se propagó desde Wall Street y las economías de medio mundo fibrilaron. Islandia fue la primera en caer. Sus bancos quebraron, la Bolsa se desplomó, la moneda fue devaluada y la inflación se disparó. Hasta McDonald´s echó el cierre a sus restaurantes y abandonó el país.
El FMI recetó la terapia habitual: subidas de impuestos, recortes salariales y sociales... Pero hoy el enfermo ha salido de la UCI. Y los islandeses han decidido algo insólito: perseguir a los responsables, no pagar las deudas contraídas por sus bancos, dejarlos caer sin inyectarles dinero público y encarcelar a los culpables de la crisis. Los mercados asisten atónitos a esta salida de tiesto. Y los enfermos de la Unión Europea -Grecia, Irlanda, Portugal..., con sus economías enchufadas artificialmente al euro y recibiendo las descargas eléctricas de carísimos rescates, se preguntan si la medicina islandesa es la panacea.
Está por ver, pero si los «malos» salen de rositas no será por falta de empeño. Se ha abierto una investigación exhaustiva, se ha nombrado a un fiscal especial, se ha elaborado un informe de 2500 páginas donde se detallan los delitos... La Interpol puso en busca y captura a Sigurdur Einarsson, presidente ejecutivo del banco Kaupthing, que fue detenido en su mansión de Londres. Una docena de banqueros, acusados de enriquecimiento ilícito, puede correr la misma suerte.
¿Pero la rebelión islandesa es de verdad o se ha exagerado con una pizca de romanticismo? El desencanto del pueblo islandés sigue creciendo y están dispuestos a luchar con todo para que se haga justicia. Pensad que una de las características que tiene esa salida de tono es la fuerte devaluación de la moneda. Casi un 50%. El que tenía una hipoteca en divisa extranjera ha visto cómo el montante se duplicaba por el desplome de la corona, y de pagar unos 230.000 euros de media ha pasado a más de 400.000. Hay «corralito» y, cuando sacas un billete de avión, solo te permiten retirar de tu cuenta el equivalente a unos 2000 euros. Como en todo, hay gente que no se dejó llevar por los cantos de sirena y se niegan a pagar la fiesta ahora. Pero la mayoría son cadáveres financieros.
Todo cambió un día en el que 45.000 personas se presentaron ante el Parlamento. ¡El 14 por ciento de la población islandesa se echó a la calle a protestar! No sé si es una revolución, pero sí que es el principio de algo. La gente descontenta pide cuentas a los gobiernos. Visto desde esa perspectiva, lo que está pasando en el norte de África o en Oriente Medio no es muy diferente, salvo que en Islandia no hay derramamiento de sangre. Vale, allí están enfrentándose a dictaduras. Pero quizá el ejemplo haga pensar que no hay que conformarse, que las decisiones de los gobiernos deben ser más transparentes y que los de abajo tenemos derecho a decidir, sobre todo cuando está en juego el bienestar de las siguientes generaciones.
El movimiento anonymous se hace eco de la situación, denuncia el secretismo de los medios de comunicación y la casta política, y expone con detalles el proceso llevado a cabo por el pueblo islandés. No se lo pierdan:
Se trata de una isla de piratas en las que éstos tienen los días contados. En el segundo post expondré los últimos detalles de esta caza al corsario. Parece la secuela de Piratas del Caribe. No vamos muy descaminados.
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